INTRODUCCIÓN

Para guíar a los padres en la educacion de sus hijos en las nuevas tecnologias.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Testimonio de un educador. Centro de menores no acompañados "La Esperanza" (Tenerife)

Jueves 18 de junio de 2009

Son las 8:30 de la mañana. Y luego de recibir las instrucciones por parte del educador responsable de turno, voy a mis habitaciones asignadas para despertar a los chicos.

La habitación con cuatro literas, hospeda a ocho menores inmigrantes provenientes de África. Al abrir la puerta, un olor intenso, hace calor. Me dirijo a la ventana y les doy los primeros buenos días. Alguno ya está despierto y hasta se ha duchado. Otros, duermen profundamente y parecen no inmutarse al escuchar mis saludos matutinos. Uno a uno me acerco a sus camas y con mucho cuidado les muevo y les vuelvo a saludar, algunos abren los ojos, otros me sonrien y otros me insultan en su idioma.

Ha transcurrido ya un cuarto de hora y parece que la mayoria se niega a levantarse pronto de la cama, me asomo al pasillo y da olor a cigarrillo. Están fumando en el baño. Entro al baño, me veo a dos chicos fumando un cigarrillo roto a la mitad. Esto lo hacen para que dure poco y los educadores no puedan detectarlos. Me acerco, los conozco bien, son parte del grupito al que yo llamo “los de siempre”, me acerco a ellos, apuran la ultima calada y me sonrien. Es justo aquí cuando me viene a la mente un recuerdo de aquellos primeros dias en el centro.

Aquella mañana de abril, entro al baño bajo la misma dinámica que relataba anteriormente y un menor que fumaba empieza a insultarme en su idioma. Me llamaba chivato seguramente. En su mirada había odio, tenía los ojos hinchados de sueño, el educador de su habitación lo había echado de la cama bajo una tónica desagradable a cualquier hora del día, a empujones. El chico me enfrenta, me dice que me vaya, que no apagará el cigarro. Yo tuve miedo del menor, no estaba preparado para esa situación, era mi segundo día de trabajo. Salgo del baño, llamo a un compañero y le comunico la situación, él entra al baño, se escuchan gritos, insultos. El menor sale del baño, me mira desafiante, le sigue el educador y a gritos le comunica al menor que ha perdido 20 de los 30 euros que reciben cada quincena. El menor tiene una sanción, me siento culpable, podría haber hecho la vista gorda, pero mi jefe inmediato estaba siempre encima mio observando como me desenvolvia. Vaya primer día de trabajo.

Aquellos días no podía dejar de pensar en el especto desastroso del centro, había humedades por todas las esquinas y desconchaba la pintura hasta relucir los bloques propios de la pared. Las luces, tenues, tipo tunel, eran mantenidas por un sistema eléctrico que parece haber sido montado por alguna persona inexperta o por alguien que en ese momento tenía mucha prisa. Se veian los cables colgando por el techo, todas las instalaciones están remendadas con apaños y chapuzas, algunas dignas de una pelicula de Cantinflas. Puertas rotas por las patadas, y marcos pintados con pinturas de caucho, son la fachada estética de este centro de menores que parece haber sido montado ayer en menos de 24 horas.

El comedor era un aula donde recibian formación o clases de español. El cáterin era monótono, sólo bastarían un par de meses desayunando los mismos alimentos para colmar al más apacible de estos menores. Y ni hablar de poder repetir algun día que se tuviese más hambre. Las raciones eran muchas veces bastante cortas, más aún si consideramos que muchos de estos chicos durante todo el día solo comieron un bocadillo que viene dentro de su bolsa de “picnic”, bastante precaria y monótona también.

En mis primeras semanas, fuí conociendo a la empresa y al personal que la hacía funcionar. Muchas cosas no dejaban de asombrarme. Algunos de los educadores hacían repetidos comemtarios de corte racista y en sus palabras se dejaba sentir una agresividad hacia los menores que me hacía querer mandarlos a callar. La empresa pertenece a un politicucho de Coalición Canaria, el partido gobernante en las islas. Como era de esperarse, fue elegido a dedo. Antiguo presidente de la O.J.E (organización de juventudes españolas) y dueño de una empresa que hace un par de años atravesara un pleito por acoso contra trabajadores que exigían mejoras en las condiciones de su trabajo. Era un hombre que no daba pie a muchas esperanzas para cualquiera que de verdad deseara la integración de estos menores en la sociedad canaria.

La empresa contrataba educadores bajo perfiles muy variados. Algunos de ellos eran autenticos musculitos de gimnasio, porteros de discoteca, o personas que en algun momento habían trabajado para la seguridad privada o cuerpos de policia. Otros, sin embargo eran gente muy jovial, simpática y dinámica de la cual he aprendido muchas cosas de este trabajo, para el cual debo mencionar, no tuve nunca formación ninguna ni experiencia previa. Es a este grupo de educadoras a las que agradezco muchas cosas y con las que compartí experiencias que me hicieron crecer como educador y como persona. Gracias a todxs ellxs.

Fue de ellxs de quienes aprendí y en quienes encontré mi propia manera de manejarme con los pibitos. Entiendo que una sanción económica los deja sin dinero y que ellos la asocian más con la manera de trabajar de la policia, que de alguien que se supone actua como su educador o su “hermano mayor”. Además esto les empuja a la necesidad, y sabemos que la necesidad lleva a las personas a hacer cosas que normalmente no harian, como robar a un compañero o en establecimientos comerciales. Así, de esta manera, llegan a tener problemas reales para luego poder establecerse en la sociedad de manera regular, conseguir la residencia y finalmente vivir en Europa, que fue la razón por la cual estos pibes se arriesgaron a venir en pateras desde sus países de origen.

Lastima que la empresa prefiera personal que trabaje como policias a los educadores que lo intentan por medio del dialogo y del entendimiento. Si no hay sanciones con tu nombre tienes a tu favor un despido o la no renovación del contrato. Se da por entendido que no trabajas o que tienes miedo de los menores. O que pasas de llevar a los pibes por la vereda que te dicta el centro.

Así, volvamos a la mañana de ayer. Me encontraba de nuevo en el baño, los chicos me sonreían a la vez que apagaban el cigarrillo, habia conseguido a dos “voluntarios” para limpiar el baño aquella noche. Ellos saben que yo no aplico sanciones económicas. No les gusta limpiar el baño pero esta noche no les queda otra opción. Ésta mañana, yo los vi fumando en el baño y saben que otro educador les habría amargado la mañana. Admito que no esta bien que fumen en el baño ni fuera de él, es un vicio que no le recomendaría a nadie, ni fuera, ni dentro del centro. Pero por algún lado tiene que escapar la presión y la resignación al verse encerrados en estos centros abiertos, en los fríos y humedos montes de La Esperanza, en Tenerife, Islas Canarias, España.

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